miércoles, 7 de abril de 2010

Ella, la estación de los trinos

Di que sí, que aunque venga del frío invierno, nos saluda tan naturalmente artificial, que su violáceo parecer nos habla sin alardes, libre de goces y libre de culpa.

Siempre habrá piedras en el camino y lluvia en los zapatos, pero cuando sus meandros empiezan a pastorear el oscilante horizonte, en su balanceo, nos dejará horas que frenar como si de un instante eterno se tratara para suspirar sus tiernos aromas.

Y en los días que amanece con la suerte dormida a ambos lados de la cama, olisqueando todavía los resquicios que deja la última tempestad, nos enciende una vela como si de un lifting de corazón estuviera gestionando entre fulgores soleados.

Para los imprevistos que fastidian, nos acicala con los árboles que lucen sus senos más tiernos, intercambiándose los pájaros y sus trinos con la convicción, de que ese claroscuro que se enciende en la singladura de su todavía umbrosa mirada, nos asombrará con las flores de su secreto, el misterio de todo tal vez.

viernes, 22 de enero de 2010

Reverberando sin tiempo

A lo lejos me recorre la lánguida tarde mojada, los cristales se ciegan allanando un alicaído hilo de luz que se pierde entre campos de dudas.

Lentamente, se arraciman nubes en un cielo preñado sobre la alta cima que entre taciturnos colores que invernan, va merodeando a un soñoliento ocaso.

Antes de hora, cuando se me distrae la tarde, late con diafanidad tu pisada que siempre me adelanta en el tierno placer de una dicha en los labios, acariciando en la hora imprecisa, un preludio de melodías a la sazón del espacio, se nos pasa de largo la brevedad, la lluvia, lo indeterminado,,,